Estaba Yo...


 
Estaba yo recostada tranquilamente sobre la arena de mi playa
y todo estaba en calma como de costumbre en una inmensa serenidad.
El sol con sus rayos ámbar del medio día calentaba mi cuerpo dándole
un color tostado a mi piel. 

El viento de levante empezaba azotar suavemente sobre mi.
Su fresco aliento acariciaba mi frente mientras sus manos ataban los
velos de mis pensamientos. 

Mi mar que hasta entonces había estado en calma empezó a inquietarse
y el ruido de sus encrespadas olas me despertaron en la plenitud de
mi día, para hacerme navegar por sus corrientes y entre los recodos
escondidos de sus arrecifes, que hasta entonces habían lucido colores
jamas vistos. 

No sé si fue el viento o el mar quién me arrastró hasta la isla donde
el sol dejó de brillar y su arena se fué trasformando en acantilados
oscuros donde las rocas de la vida del tiempo pulían mi alma haciéndola
débil hasta perder el color que el sol me había dado 

Sentada entre los recodos de las piedras que casi me tapaban, que
ocultaban mi sombra vi mi cuerpo unido a otro cuerpo al cual yo no
reconocía y la respiración de ese ser de ese extraño, ahora era el viento,
que ataba mi libertad, mis emociones, toda sensación que una mujer siente.
 
Sus caricias se convirtieron en un volcán sin fuego, sin calor.
Las chipas que hacia él saltaban de mis ojos, eran mis lagrimas, la lluvia
de mi ser al roce de su piel con la mía.
Mis sentimientos; se llenaron de sus cenizas y el miedo corría por mí cada
noche, en esta isla oscura y solitaria de amor.
 
El ruido de ese mar, que me embriago en un tiempo se fué convirtiendo en
tormentosas olas y su espuma ahogaba mi voz, mi lamento, mi grito a la vida.
Me senti prisionera de un lugar donde no había fronteras cerradas.
 
Quise huir pero mi único barco que era mi corazón que se mostraba débil,
perdió  su quilla y cada vez se hundía más en esas aguas frías.
 
Me senté sin saber qué hacer ni donde ir a esconderme de la tormenta,
que me arrastraba con su ira. 

Y hoy, después de haber esperado durante no sé qué tiempo para que me
rescataran y que alguien escuchara mis gritos, he notado que esta isla va
tomando color, que sus acantilados rocosos van tomando forma de camino
y que sus vientos parecen recobrar su suavidad, su aroma aunque todavía mi
cuerpo espera la salida del sol y que su  manos puedan crubrir mi piel sin
yo sentir que no es mio. 

Amar - 14.02.2004