M A N S I Ó N



Mi padre, el que vive mas allá de las estrellas ha construido una mansión entre las montañas de algodón, donde la vista de los ojos no alcanza y sí la del corazón.

Está adornada de las mejores joyas traídas de cada rincón de la tierra y pulidas al crisol.

Sus murallas se abren hasta el infinito talladas de marfil y esmeralda.

Sus calles construidas por los mejores obreros y sus piedras engarzadas del más puro oro.

La rodean como brazos los jardines más maravillosos del mundo, son la admiración para todo visitante y el trono donde reposa mi padre apaciblemente.

Están sembrados estos jardines con semillas de diferentes naciones y países lejanos.

Cada flor es única y de aromas tan distintos pero de igual embriaguez sus formas y pétalos indescriptibles, unas son de regadío, otras de secano y hasta tropicales, pero todas crecen al mismo tiempo y toman la misma altura sus tallos.

Este jardín se abre a caminos de amapolas y alfombras de margaritas para llegar a prados y valles de fértil tierra de cosechas sin estaciones.

Sus árboles plantados a diferentes edades acogen toda clase de aves de especies vivientes que necesiten cobijo en ellos. Cuelgan como gotas de rocío frutos jugosos.

Para los caminantes de estos caminos, también hay un río que cruza las entrañas de este jardín; su cauce no es de agua sino de las mieles de las mejores abejas y del vino de las mejores vides.

Y en el centro de este majestuoso valle de este jardín inmenso se alza una pequeña fuente donde nunca deja de manar un agua pura y cristalina, donde si te asomas puedes ver que por sus afluentes navegan la ternura y el amor de un padre deseoso de que sus hijos cansados de tanto viajar por senderos de zarzas y espinos beban de él


Amar - 20.02.2004