MUNDOSALUD.COM
15 de Mayo de 2004, número 572

Recuperar el contacto con el enfermo, un arma para combatir a los fármacos «milagro»
ISABEL PERANCHO



"Hay tanto medicamento ilegal que es difícil perseguirlo". Así se manifiesta Fernando García Alonso, ex director de la Agencia Española del Medicamento y protagonista, a su pesar, de un particular y "doloroso" combate contra uno de los remedios milagrosos más populares de los últimos años, el Bio-Bac. Aunque el Ministerio de Sanidad ha confirmado que este producto -que se vendía sin la pertinente autorización oficial como tratamiento para el cáncer, el sida y la artrosis- carece de eficacia terapéutica, cientos de ciudadanos siguen reclamando en la calle su "liberación", alentados por unos supuestos efectos que jamás han sido demostrados de acuerdo al método científico. ¿Por qué se sigue creyendo más a los modernos charlatanes que a instituciones de prestigio reconocido? ¿En qué está fallando el sistema de salud?

Para los expertos que han participado esta semana en un debate sobre el "affaire" Bio-Bac, organizado por la Fundación Vila Casas, la respuesta es clara: las medicinas alternativas cuidan su relación con el enfermo, algo que la convencional ha descuidado en los últimos años.

"Cuando el paciente no se siente acompañado en la gravedad de su dolencia, puede caer en la tentación de buscar un milagro", afirma María José Alonso, vocal de Plantas Medicinales y Homeopatía del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona. "Las expectativas de las familias de que hay que hacer algo más con su enfermo necesitan respuesta", apostilla Josep Mª Borràs, director del Instituto Catalán de Oncología (ICO).

Al éxito de las terapias alternativas han contribuido varios hechos, en opinión de Xavier Carné, jefe de Farmacología Clínica del Hospital Clínic de la Ciudad Condal: "Asistimos a una medicina oficial muy tecnificada y poco humanizada, mientras ellos ofrecen una relación muy intensa y personal, tratan al enfermo desde una dimensión global. También la decepción de algunos pacientes respecto a la falta de poder omnímodo del médico, así como el potencial iatrogénico [de causar daño] de la práctica convencional frente a unos remedios menos lesivos. Estos tratamientos tienen, además, una gran divulgación gracias a Internet y a su repercusión mediática".

Investigaciones del ICO muestran que, de hecho, un 25% de los pacientes con cáncer tratados en el hospital recurre en algún momento a la medicina complementaria. Estos enfermos enfrentados a procesos graves y, en ocasiones, incurables y sus familiares, impelidos a buscar cualquier atisbo de esperanza, son el terreno abonado para los embaucadores.

No obstante, algunos como Borràs opinan que ha llegado el momento de abrir la mano e "introducir en el marco sanitario aquellas terapias [no oficiales] que han demostrado ser eficaces". Se refiere a prácticas como el yoga o la acupuntura, actividades que cuentan con ensayos clínicos que confirman su acción beneficiosa en ciertas dolencias.

Algunas instituciones optaron ya hace tiempo por la estrategia de aproximarse al "enemigo", ¿quizá con el pensamiento de que mejor "cerca y bajo control"? Así, por ejemplo, hace años el colegio de médicos de Barcelona incorporó a su estructura las secciones de acupuntura, homeopatía y naturopatía. Sus compañeros de Madrid y Córdoba han hecho lo propio. "El problema no son las terapias complementarias que se pueden compartir con el médico en la consulta, sino aquellas que podrían comprometer la seguridad del enfermo porque le inducen a abandonar sus tratamientos", argumenta Alonso a favor de esta decisión.

Entre las ventajas de este tipo de iniciativas destaca que ayuda a "separar el polvo de la paja". Uno de los problemas de los estamentos sanitarios es combatir el lenguaje seudocientífico que utilizan de forma premeditadamente engañosa los productos milagro para dotarse de apariencia de legitimidad y confundir al consumidor. Es el caso de Bio-Bac, cuyos promotores se escudan en una supuesta "voluminosa investigación clínica", aunque a la hora de la verdad se limita a unos cuantos estudios que los expertos consideran insuficientes y de más que dudosa fiabilidad.

Se aprovechan así de la escasa formación biocientífica de la población, otro de los aspectos problemáticos que apuntan los especialistas. Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, subraya la necesidad de instituir herramientas que permitan al ciudadano discernir entre "buenos y malos": listas accesibles de medicamentos ilegales, mayor participación de las asociaciones de consumidores en la tarea de vigilancia, y campañas educativas. Y considera "grave" el uso electoral de casos como el de Bio-Bac.

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